La Selección Argentina está en las semifinales de la Copa América, pero antes debió sufrir como nunca para eliminar a un valiente Ecuador, que le dividió el dominio durante todo el partido y le forzó la definición por penales en tiempo de descuento. Pero un gigante Emiliano Dibu Martínez, con dos penales atajados, se convirtió en el héroe argentino, después de que Lionel Messi estrellara su remate picado en el travesaño.
«Houston, tenemos un problema». Argentina maneja la pelota, pero no lastima. Y para colmo, Ecuador la tiene poco pero la usa con precisión quirúrgica. Tanto que mientras el director de cámara se distrajo con la infaltable y puntual imagen del presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, el Dibu tuvo su primer revolcón para evitar una entrada de Moisés Caicedo, con todos los defensores argentinos corriendo desde atrás.
Como si realmente fuera el Apolo XIII, la Scaloneta estaba en emergencia porque los volantes no cortaban, los defensores tenían mucho campo por delante (y por detrás) y no llegaban a anticipar y Messi, visiblemente disminuido, apenas tocaba la pelota recostado en la punta derecha como en sus primeros años en el Barcelona. Superado como pocas veces en esos primeros 20 minutos, el equipo de Scaloni lucía como ese boxeador sentido que sigue yendo ciego para adelante, pero que sabe que al primer golpe preciso de su rival termina en la lona.
Entonces, cuando la debacle parecía inevitable, como en Lusail, lo que si funcionó fue la milagrosa pierna izquierda del Dibu: con el movimiento inmortalizado ante Kolo Muani, esta vez le sacó el gol a Sarmiento, que antes había dejado pintado al Cuti Romero.
Con los héroes confundidos y perdidos, esta vez fue la hinchada argentina la que entendió que debía devolverle la confianza a sus players, que tantas veces la habían contagiado con lo que mostraban en la cancha. Por eso, la simbiosis equipo-gente volvió a aparecer, pero en esta ocasión el contagio surgió desde las tribunas hacia el deporable césped del NRG Stadium.
Con el aliento de sus hinchas, los muchachos de la guía teléfonica -Los Martínez, Fernández, González- empezaron a surgir, a la par del crecimiento de Mac Allister, mejor afirmado en el centro del campo. Enzo tuvo dos chances claras, una de cabeza y otra con el pie derecho, pero no tuvo precisión. En cambio, sí la tuvo Messi en un corner para meter la pelota en el primer poste para que Mac Allister peinara y Lisandro Martínez llegara por el segundo palo con el cabezazo goleador.
Ni siquiera el gol sirvió para que Argentina pudiera adueñarse del desarrollo, siempre dividido, enredado y poco claro. Pero sin poder usar el frac, la Selección no tuvo dramas en calzarse el overol y laburar el partido. Hizo tiempo, cedió la pelota, enfrío el juego, friccionó el desarrollo, se sumó a todas las discusiones y no escatimó pierna fuerte. Todo valía para meterse en una nueva semifinal. Parecía que alcanzaba, pero en la última, Kevin Rodríguez le ganó de arriba a Otamendi y «Houston, tenemos otro problema». Pero allí apareció el mecánico Dibu, que volvió a mostrarse gigante, tapó dos penales y disimuló el error de Messi, para llevar a Argentina a las semifinales del martes.
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