Copa Argentina: sobre el final, Independiente sacó el triunfo del freezer  | El Rojo sufrió más de lo esperado ante Gimnasia de Mendoza

El fondo empujó a Independiente rumbo a la victoria en San Luis. La clase de Kevin Lomónaco y las subidas por los costados del chileno Felipe Loyola y el colombiano Alvaro Angulo desequilibraron un partido por momentos más parejo de lo pensado y le permitieron al Rojo de Avellaneda ganarle 2 a 1 a Gimnasia y Esgrima de Mendoza por los 16avos de final de la Copa Argentina. En octavos enfrentará a Belgrano de Córdoba, que el viernes derrotó 3 a 2 a Defensores de Belgrano.

Con una sensación térmica que a la hora del pitazo inicial, caía de los dos grados bajo cero y luego de un comienzo con muchas precauciones, Gimnasia de Mendoza, un equipo que figura cuarto en la zona B de la Primera Nacional, se fue soltando. Después de que el arquero Rey le sacara un zurdazo furioso desde fuera del área a Andrada a los 28 minutos, Mondino ganó un anticipo en el área roja y mandó la pelota a la red ante la lenta reacción del guardavallas de Independiente. Poco antes del gol, el árbitro Sebastián Zunino había omitido cobrarle una sujeción dentro del área del propio Mondino a Avalos.

A los cuatro minutos del complemento, hubo otro penal de Saavedra a Cabral que esta vez sí cobró Zunino y que Montiel anotó con un zurdazo alto a la izquierda del arquero Rigamonti. Impreciso con la pelota y sin claridad, Independiente igual fue a buscar el triunfo sustentado en la calidad de Lomónaco para llevar la pelota arriba y en las trepadas de Loyola (que pasó a jugar como lateral cuando su compatriota Galdames entró por Vera) y Angulo, quien atravesaría sus últimos partidos en el club y tras el final le apuntó fuertemente a la dirigencia: «Tengo mucha bronca con ellos».

A falta de dos minutos y cuando el partido parecía encaminarse rumbo a los tiros desde el punto penal, Loyola cruzó un centro al segundo palo y Angulo de cabeza convirtió el gol que le dio a Independiente una victoria por la que tuvo que esforzarse demasiado ante un equipo de una categoría diferente, pero que dio batalla hasta lo último.