Ni revancha ni acelerador ni agenda propia: el radicalismo post Ley Bases depuso las armas y consolida su alianza con el gobierno nacional. Dos veces la UCR salió en defensa de los intereses del oficialismo, aunque eso implicara ir contra los propios, en la última semana. En el Senado, Victoria Villarruel logró postergar la sanción del aumento de las jubilaciones. En Diputados, Martín Menem logró desactivar la sesión por el presupuesto universitario. Y ambos casos solo fueron posibles gracias a una maniobra previa de los respectivos presidentes de bloque radicales, Eduardo Vischi y Rodrigo de Loredo. La decisión no estuvo exenta de un gran ruido interno – con varios pases de factura de radicales díscolos que observan que la UCR, nuevamente, pasa a convertirse en el «furgón de cola» de otro partido-, pero la línea mileísta de los gobernadores se impuso. Y el mensaje es claro: nada de darle dolores de cabeza para al Gobierno hasta agosto.
«Quieren ser oficialistas y se equivocan», mascullaba furioso un dirigente radical bonaerense mientras abandonaba el Congreso. Rodrigo de Loredo había acordado, hace unas horas, bajar la sesión que él mismo había pedido para tratar los proyectos de prórroga del Fondo Nacional de Incentivo Docente y de incremento del presupuesto universitario. Los gobernadores radicales habían levantado el teléfono y habían pedido no generar rispideces con el gobierno en la previa de la celebración del «Pacto de Mayo» en Tucumán. Ambos proyectos educativos arrastraban un gasto para el Estado y Javier Milei ya había anunciado que vetaría cualquier iniciativa que hiciera peligrar la fantasía del superávit (ni para mantener funcionando las universidades ni para aumentar los sueldos docentes ni para compensar la caída de las jubilaciones).
El pedido de los gobernadores – con Alfredo Cornejo y Gustavo Valdés a la cabeza – sintetizaba, sin embargo, el predominio de la mayoría mileísta que comanda los bloques de ambas cámaras. Tanto Rodrigo de Loredo como Eduardo Vischi vienen funcionando como embajadores libertarios en sus propios espacios, empujando para la sanción de las dos mega leyes de Milei y boicoteando las rebeliones internas. Aunque no siempre con éxito.
El desgaste de De Loredo
En Diputados, De Loredo viene atravesando un proceso de desgaste interno profundo. «Nadie lo respeta y está solo», aseguran sus detractores internos, aunque nadie se anima a disputarle su liderazgo (ya que cuenta con el firme respaldo de los gobernadores). En total hay tres corrientes diferenciadas que van pujando en diferentes direcciones para definir la orientación del partido: la más mileísta – compuesta por De Loredo y los mendocinos que responden a Cornejo -, la línea Evolución que responde a Emiliano Yacobitti – con otra sub corriente interna que responde más directamente a Martín Lousteau -, y la de «los Manes». Dependiendo de cómo se articulen las tres corrientes es que se abre una ventana de oportunidad para el peronismo, por ejemplo, para trazar estrategias comunes. La aprobación del aumento de las jubilaciones hace más de un mes – y que ahora el Senado está dilatando – se logró así.
Quienes suelen definir la dirección que adoptará la UCR son la línea Yacobitti, como Carla Carrizo o Danya Tavela. El radicalismo «zigzagueante» que a veces vota con De Loredo y a veces con los cinco del grupo de Facundo Manes, que viene manteniendo una línea más opositora al gobierno. Manes, incluso, viene de encabezar un acto en Lanús en donde convocó a «dejar de bancar delirios y mentiras» y conformar una nueva oposición. En Unión por la Patria, sin embargo, desconfían: suelen tener un diálogo fluido para coordinar estrategias pero observan que están demasiado «fragmentados» y resulta difícil anticipar por dónde irán. La suspensión de la sesión por Educación fue un golpazo y observan que, cada vez, resulta más difícil lograr tejer un acuerdo para voltear el DNU 70/2023 (el verdadero objetivo).
El bloque del Senado, más alineado
El Senado, mientras tanto, presenta un escenario distinto. A excepción de Martín Lousteau -y, a veces, Pablo Blanco-, los senadores radicales se han ordenado más fácilmente detrás del gobierno nacional. El último gesto de alineamiento fue la maniobra para evitar que se tratara sobre tablas la reforma jubilatoria el jueves pasado: Vischi se le adelantó a José Mayans (UxP) y pidió tratar el proyecto en una «futura sesión» -sin precisar cuándo- de modo de evitar que se tratara y sancionase ese mismo día. La sanción del aumento del 8,1 por ciento de las jubilaciones representa una verdadera amenaza para el gobierno, ya que el veto de Milei podría romper la dinámica de acompañamiento que está teniendo hasta ahora la oposición amigable.
El radicalismo, sin embargo, ha decidido no mover el amperímetro hasta después de agosto. «Hay que esperar, hay que darle tiempo» es el mantra que repiten los más mileístas, que insisten en que hay que evitar darle excusas a Milei para que los responsabilice por los malos índices económicos. Una situación similar se vive con el bloque que preside Miguel Ángel Pichetto, Hacemos Coalición Federal, en donde se optó por la estrategia de «salir del radar». Los pichettistas, sin embargo, han optado por no viajar a Tucumán y se muestran reacios a acompañar los últimos proyectos electorales o de desregulación económica que el gobierno viene anticipando. Hasta el PRO, en el marco de su interna furibunda entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich, comienza a amagar con diferenciarse del oficialismo.
El partido centenario, mientras tanto, ha demostrado en la última semana que constituye el más importante aliado de Javier Milei en el Congreso.
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