Desde Londres
El laborismo puso fin a 14 años de gobiernos conservadores con una apabullante victoria que le da una mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes. Al cierre de esta edición, el Partido liderado por Sir Keir Starmer, se alza con alrededor del 46 % del voto, equivalente a 410 escaños, los conservadores pierden 241 diputados, pero mantienen su lugar de principal fuerza opositora, seguidos por los liberal demócratas en el número de escaños parlamentarios y casi igualados en número de votos por la ultraderecha de Reform UK que hizo una excelente elección.
La sorpresiva apuesta a una elección anticipada del primer ministro Rishi Sunak resultó un calamitoso fracaso. Tampoco le funcionó su campaña del miedo a descomunales aumentos tributarios laboristas o las promesas de mejoramiento de los servicios públicos junto a poco creíbles reducciones de los impuestos. Pero más allá de estos errores tácticos del billonario primer ministro, el resultado fue un veredicto inapelable contra los conservadores que gobiernan desde 2010 y dejan un país con los servicios públicos al borde del colapso, deuda pública en un 88% del PBI con intereses mensuales de 10 mil millones de libras, salarios estancados, crisis en la vivienda, aumento de la pobreza y la desigualdad, ríos contaminados y falta de agua potable en algunas zonas del país. En 14 años hubo cinco primeros ministros, siete ministros de finanzas, ocho cancilleres y ministros del interior, trece de Cultura. Como se solía decir en un primer mundo que ya no está para dar lecciones: típico país bananero.
Euforia laborista, peligro ultraderechista
Los tories fueron arrasados en Inglaterra, Escocia y Gales, los tres países que conforman el Reino Unido. El vendaval se llevó puesto a decenas de zonas tradicionalmente conservadoras que pasaron a manos de los liberal-demócratas en el afluente sur de Inglaterra o a los laboristas en el centro y norte del país.
Las proyecciones anticipan que la marea dejará en la calle al ministro de finanzas, Jeremy Hunt, al de interior, James Cleverly, al de defensa Grant Shapps y a la líder de la Cámara de los Comunes Penny Mordaunt, que ya no podrán soñar con sustituir a Sunak al frente del partido, hoy literalmente descabezado. Al cierre de esta edición, el escaño del mismo Rishi Sunak, en Yorkshire, estaba en peligro: sería la primera vez en la historia que un primer ministro pierde en su propio distrito electoral.
La otra cara de esta contundente victoria laborista es una señal de alerta sobre el estado político del país. La participación electoral, que era del 80% en la época de Thatcher, descendió a alrededor del 56%. Este claro desencanto político también se expresó en el voto por la ultraderecha, representada por el alma mater del Brexit, Nigel Farage.
Crece la ultraderecha
El Reform UK de Farage se convirtió en el tercer partido en porcentaje de votos y fue esencial en la debacle conservadora, al dividir el voto de derecha y permitir la victoria de laboristas y liberal-demócratas (especie de centro progresista). El alto porcentaje de votos que obtuvo (más del 23%) no se reflejará, sin embargo, en el número de diputados, dadas las peculiaridades del sistema de votación británico.
Los británicos eligen al diputado de la zona en que viven para que los represente en un parlamento que tiene 650 escaños. Pero el número de votos de los partidos no se traslada proporcionalmente a la Cámara de los Comunes porque los comicios se rigen por el famoso “first past the post” (el que gana en su zona aunque sea por un voto se lleva el escaño y deja al resto con las manos vacías).
Gracias a esta peculiaridad, los liberal-demócratas están sacando con menos votos muchos más diputados que el Reform UK de Farage. Según las últimas proyecciones unos 54 contra un puñado del ultraderechista. Dicho todo esto, Farage y su partido quedaron posicionados como fuerza política de cara al 2029. Entre los sectores más extremos de los conservadores, desazonados por la derrota, se hablaba de un acercamiento o fusión. ¿Le suena?
El sistema electoral también alimenta el voto táctico, factor también esencial de la debacle conservadora: laboristas y liberal-demócratas votaron no siguiendo su identidad política sino inclinándose por el candidato con más chances de derrotar a los tories en su circunscripción.
Noche histórica
Los conservadores partían con una mayoría absoluta parlamentaria de 344 diputados, seguidos de lejos por los laboristas que tenían 205 escaños. A medida que se dieron a conocer los resultados, se dio vuelta la tortilla. Los laboristas duplicaron su número de diputados mientras que los Tories perdían más de 240 distritos electorales y quedaban reducidos a unos 131 escaños.
La seguidilla de derrotas tories y el perfil de la noche electoral comenzó a insinuarse con el primer resultado anunciado poco antes de la medianoche. Los laboristas con Bridget Phillipson, futura ministra de educación de Starmer, ganaban ampliamente en una zona del norte del país, pero en segundo lugar, desplazando a los tories, salía el partido de Farage. Lo mismo sucedió con el segundo y tercer resultado anunciado, también en el norte del país: primero el laborismo, segundo Reform UK.
En 2019 Boris Johnson había logrado capturar el norte, tradicionalmente laborista, con las promesas del Brexit y su agenda anti-inmigratoria en una zona desindustrializada y empobrecida por el Thatcherismo. Ese pase de magia que cambió el paisaje político hace cinco años se evaporó anoche mostrando la extrema volatilidad del electorado.
Con las horas abundaron estas victorias emblemáticas. Una clave del resultado es la derrota conservadora en Nuneaton y Swindon, dos zonas electorales en el este y suroeste de Inglaterra que representan al inglés promedio que fluctúa entre partidos de acuerdo a como sople el viento. En Swindon más de un 14% que había votado a los conservadores en 2019, se inclinó por los laboristas.
El factor Gaza
La recuperación de los laboristas en el norte de Inglaterra y en zonas con fuerte presencia musulmana se vio empañada por el factor Gaza. Hay unos dos millones de musulmanes, tradicionalmente votantes laboristas, concentrados en zonas electorales donde tienen mucho peso. La posición adoptada por Sir Keir Starmer el año pasado cuando se negó a apoyar un cese el fuego para frenar la masacre en la Franja de Gaza cambió las cosas: los laboristas tuvieron que disputar voto a voto con candidatos independientes que se habían alejado de las filas del partido.
La animosidad llegó a tal punto que el laborismo se quejó formalmente de la campaña de “intimidación, abuso y acoso” que sufrieron sus militantes en zonas pro-palestinas como Bethnal Green en Londres o Birmingham, tierra de la célebre banda Led Zeppelin. En Birmingham la policía tuvo que intervenir en dos oportunidades por la agresión sufrida por los simpatizantes de la candidata laborista Shabana Mahmood. Una militante laborista de la ciudad confirmó a este diario el alto nivel de hostilidad que sufrió Mahmood y dijo que en la campaña puerta a puerta había hablado con muchos jóvenes que no iban a votar al laborismo por su posición sobre la franja de Gaza “por más que el peligro fuera darle el triunfo a los conservadores”.
La ajustada derrota del líder del Partido de los Trabajadores de Gran Bretaña, el ex laborista George Galloway, en Rochdale, noroeste inglés es otra de las señales de una izquierda que perteneció al partido y quedó marginada por su política centrista. Un resultado similar se esperaba en el distrito que representa en Islington, norte de Londres, desde hace 40 años, Jeremy Corbyn, ex líder laborista entre 2015-2020, expulsado del partido este año
¿Y ahora qué?
La victoria laborista es histórica y reconfigura el mapa político británico, pero la parte más difícil comienza ahora. Los servicios públicos hacen agua por todos lados. El Servicio Nacional de Salud (NHS) tiene listas de espera de siete millones de pacientes, entre ellos para patologías graves como cáncer o enfermedades cardíacas: un 10% de los puestos que se necesitan están vacantes por los bajos salarios. En plena campaña electoral hubo una huelga de los doctores residentes que ganan por hora lo mismo que una persona que hace la limpieza: 15 libras. En los dos últimos años hubo medidas de fuerza en todo el sector público ni qué hablar en los servicios privatizados por el Thatcherismo en los 80 como agua y energía que están ofreciendo un servicio deplorable con tarifas altísimas.
En campaña el programa laborista fue escueto: un intento de mostrar que ofrecía un cambio sin mostrar mucho de lo que haría. Como táctica electoral, ante el poder de fuego de los medios conservadores y la City, la estrategia funcionó. Ahora hay que ver si Starmer tiene algún as en la manga y si tiene la audacia para implementarla.
En el Reino Unido no hay un período de transición antes del traspaso de gobierno. El cambio es automático y se parece a una prosaica mudanza inmobiliaria. Este viernes Rishi Sunak le dará las llaves de la casa oficial del primer ministro a Starmer que nombrará rápidamente a su gabinete en la sombra (diputados que ocupan puestos ministeriales desde la oposición como para estar listos para gobernar) para conformar el gobierno.
Starmer adelantó que prorrogará el parlamento unas semanas antes de las vacaciones veraniegas para lanzar su primer paquete legislativo. Con el crecimiento de la ultraderecha de Nigel Farrage en el Reino Unido y experiencias similares en distintas partes del mundo, desde Francia hasta Argentina, es fácil ver lo que puede pasar si el gobierno fracasa y en vez de cambios reales intenta hacer la plancha con retoques cosméticos y alguna que otra política progresista.
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