Multitudinarias manifestaciones en 150 ciudades de Francia tuvieron lugar este sábado , contra la desición autoritaria, “coup de force”, del presidente de la República Emmanuel Macron de imponer como primer ministro a Michel Barnier (73), un político del partido derechista de Los Republicanos (LR).
En París habrían marchado unas 160 mil personas según los organizadores, y unas 300 mil personas en toda Francia. La inicitaiva en la organización de esta jornada de protesta corrió por parte de agrupaciones estudiantiles de colegios secundarios como la USL, y contaron con el apoyo de organizaciones no gubernamentales y de partidos de izquierda de los insumisos, ecologistas y comunistas. Los jóvenes entienden, tal como lo denunció el líder político de La Francia Insumisa (LFI) , Jean-Luc Mélenchon, que el presidente Macron ha robado las elecciones al pueblo francés, al imponer como primer ministro al conservador Michel Barnier.
Barnier forma parte de un partido político que alcanzó el 6 % en el segundo turno de la elección legislativa del 7 de julio, llegando en cuarta posición y cuenta con 47 diputados, muy lejos de la mayoría de 289 escaños requerida para gobernar.
Manon Aubry, eurodiputada insumisa, realizó una analogía entre la actual situación política francesa que introduce a Michel Barnier como primer ministro y los juegos olímpicos, “es como si León Marchand (el nadador francés) hubiera ganado la carrera y le damos la medalla al último”.
En minoría
La mayoría relativa la tiene la coalición de izquierda del Nuevo Frente Popular (NFP), que cuenta con 193 diputados, y según la tradición republicana, es a la fuerza política que alcanza mayor número de legisladores a quien el presidente debe proponer el puesto de primer ministro.
Esta costumbre democrática se ha roto luego de estas últimas elecciones. Macron rechazó la posibilidad de nombrar la candidata del NFP Lucie Castets, dilató por dos meses la decisión tratando de dividir al NFP, buscando conformar un gobierno que contara con el aval del Partido Socialista, integrante de la coalición de izquierda. Pero Olivier Faure, el secretario general de los socialistas, advirtió que no serían el complemento del macronismo agonizante.
Agotadas las vías de conseguir un apoyo socialdemócrata, Macron giró hacia Marine Le Pen, la lideresa del partido de la extrema derecha, Agrupamiento Nacional (RN), de quien logró el apoyo para nombrar como inquilino de Matignon, a Michel Barnier.
El pacto
El republicano Barnier, de larga carrera política, fue ministro de Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy; y también fue comisario europeo y encargado de negociar con el Reino Unido el Brexit, es un partidario de las políticas de ajuste y garantiza una continuidad de la política económica neoliberal, principal preocupación de Macron.
Esta es la razón por la que marcharon este sábado muchos de los que votaron en estas elecciones, que regitró una gran participacicón, y que se movilizaron para frenar a la extrema derecha, y que ahora ven cómo se forma gobierno con un primer ministro que emerge de la cuarta fuerza política y que depende de la buena voluntad de la extrema derecha. Es decir que el pacto de Macron con Le Pen es vivido como una traición al frente republicano que se construyó en las elecciones para impedir que RN, un partido político xenófobo y racista, se hiciera con el gobierno.
Por otra parte esta situación pone de relieve que, más allá de que la coalición de izquierda del NFP haya sido la que consiguió mayor número de legisladores en la Asamblea Nacional, dos tercios de la Asamblea Nacional está en manos de la derecha radical, la extrema derecha y la derecha blanda macronista. Porque aquí se confirma la sentencia del presidente Mitterrand, “el centro es una variedad blanda de la derecha”.
Ahora se espera el discurso de política general del primer ministro, donde fija sus principales objetivos políticos y estrategias. También le tocará el mes que viene abordar la ley de presupuesto, que muy probablemente sea una continuidad de lo trazado hasta ahora por los macronistas, tal vez con algunos recortes más en el gasto social.
Barnier
El “Joe Biden francés”, como se le conoce a Michel Bernier, mantiene la aspiración de emular al anciano presidente estadounidense de haber alcanzado la Casa Blanca con más de 70 años, y pretende reemplazar a Macron en el Elíseo en 2027. Bernier ya compitió en las primarias de su partido LR para ser candidato a presidente en las elecciones de 2022, en las que llegó en tercera posición.
La ideología de Branier es claramente de derecha. En 1981 cuando era diputado votó en contra de la despenalización de la homosexualidad. Cuando era precandidato en las elecciones presidenciales de 2022 proponía llevar la edad mínima de jubliación de 62 a 65 años (Macron la llevó por decreto a los 64 años), estaba a favor del aumento de la jornada de trabajo, defendía una pausa migratoria de tres a cinco años y proponía detener las regularizaciones de los “sin papeles”. Barnier es favorable a los controles de Europa sobre los presupuestos nacionales, pero es contrario a que la Corte eruopea de los Derechos Humanos pueda imponer sus decisiones a Francia. Este ideario del primer ministro explica la benevolencia con la que juzga la extrema derecha a Michel Barnier, sin por eso dejar de exigirle que cumpla sus antiguas promesas de campaña como lo ha hecho Marion Marechal, eurodiputada y nieta de Jean Marie Le Pen, fundador del partido Frente Nacional, que hoy lidera con el nombre de RN su hija Marine Le Pen.
No obstante pertenecer a la familia de la derecha radical, Barnier se presenta como un moderado, un hombre que sabe escuchar y que respeta a todos los sectores políticos. De estilo tranquilo y cortés, Barnier dice estar dispuesto a trabajar con todos aquellos que tengan buena voluntad y sostiene que su deseo es ser útil a Francia.
El nuevo primer ministro tiene la amenaza de una destitución cierta si pierde la aprobación de la extrema derecha. Porque en cuanto pierda ese apoyo la censura a su gobierno lo haría caer, dado que la izquierda tampoco le dará su apoyo, siendo que lo considera prácticamente un usurpador. El líder lepenista, Jordán Bardella, advirtió que nada se puede hacer sin la aprobación RN y que Barnier estará bajo la vigilacia constante de RN.
Equilibrio frágil
A este contexto de frágil equilibrio político, con movilizaciones callejeras y una moción de censura que presentará el NFP al nuevo inquilino de Matignon, se añade la inciativa de LFI de destitución del presidente de la República basada en el artículo 68 de la constitución nacional, un equivalente al juicio político en Argentina. LFI entiende que Macron ha faltado a sus deberes como mandatario al dilatar durante dos meses la designación de un primer ministro e ignorar el resultado electoral colocando a un representante de un partido político minoritario en la Asamblea como jefe de gobierno.
Macron busca cerrar la crisis política que él mismo desató con la disolución de la Asamblea Nacional el nueve de junio pasado, cuando perdió las elecciones europeas, y que agravó al nombrar como primer ministro a un hombre de una fuerza política minoritaria que depende de la constante aprobación de la extrema derecha. Pero parece improbable que lo logre. Por lo pronto la CGT convocó a una manifestación para el primero de octubre, para que se respete la democracia. El sentimiento de una parte de la población de que el voto le ha sido robado, debilita definitivamente el sistema democrático.
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