11/11/2025

Maradona y los 40 años del gol imposible | Un tiro libre indirecto que se volvió eterno



No entra un alma más en el estadio San Paolo, ese que dentro de 35 años se llamará Diego Armando Maradona. Hay 81 mil personas en el templo napolitano del fútbol: hoy reciben a la poderosa Juventus de Michel Platini, ese gigante del norte italiano, actual campeón de Europa. El partido no tuvo goles aún y la euforia en las tribunas se enciende ante un ataque promisorio, cuando Daniel Bertoni recibe en el área. Pero al argentino le hacen falta y cae desplomado. Penal, piensa la mayoría. Pero no es lo que piensa Giancarlo Redini, árbitro de esta tarde, y entonces decreta tiro libre indirecto adentro del área. Quizás se saca de encima el problema. O eso cree. En otro partido, posiblemente, la efervescencia en las gradas hubiera caído con la sanción de aquella pelota parada. Y más aún con la obstinada intención de un jugador de patear al arco desde allí. Es una definición imposible: los nueve metros de distancia entre el pateador y la barrera se diluyen en escasos cinco metros ante el adelantamiento de esos jugadores que Redini parece no notar, por lo que esa mínima distancia exige la ejecución de una parábola perfecta acompañada de un efecto tal sobre la pelota que la haga bajar abruptamente apenas cruce la muralla de cabezas. El arquero es además Stefano Tacconi, quien solo ha recibido cinco goles en lo que va de esta novena fecha del Calcio. Y, como si todo aquello fuera poco, la maniobra imposible requiere una combinación más: un pase, en esa baldosa imaginaria de césped mojado del San Paolo, porque el tiro libre es indirecto y el pateador no puede ser quien primero toque la pelota. Sí, me había olvidado, hay clima de épica: también está lloviendo.

En otro partido, posiblemente, la efervescencia en las gradas hubiera caído con la sanción de aquella pelota parada y más aún con la obstinada intención de un jugador de patear al arco desde allí. Pero no en este, ni en esta tarde lluviosa, ni en medio del delirio de esta gente soñadora al ver que no es cualquier jugador sino Diego Maradona quien toma en sus manos la pesada pelota y la acuna antes de dejarla quieta allí donde Redini indicó.

Van 72 minutos de juego y todo sucede en milésimas de segundo. Esta narración –artificio nostálgico y todopoderoso– avanza sin embargo lentamente sobre aquellos cuadros veloces y efímeros de tiempo napolitano, en un intento de abrazar largo y tendido –todo lo que sea posible– aquella proeza del fútbol y aquel fabuloso artista.

La gente, en las tribunas, no escucha el famoso diálogo. Se enterará después. «Diego, están muy cerca, no podés hacerlo», le dice, incrédulo, Eraldo Pecci, mirando a los rivales acechando desde la barrera, cuando Maradona le pide que lo asista corto y rápido. «Eraldo, tocála un poquito. Les voy a hacer el gol», le da su palabra El Pibe de Oro. Hablan en italiano.

—Es imposible, ¿por qué la voy a tocar?

—Eraldo, tocála un poquito.

—Haz lo que quieras: Maradona eres tú.

Pecci le responde; quizás resignado, quizás empezando a creer. Y entonces las palabras se cierran y habla el lenguaje del fútbol, desde uno de los mejores intérpretes de su historia. Pecci se la toca y la barrera se adelanta todavía un poco más, pero la zurda de Maradona ya inició su gesto imposible y golpea a la pelota sumiéndola en un trance del que despertará cuando retumbe contra la red, luego de su ascenso vertiginoso y su caída letal, ante el vuelo inútil de Tacconi intentando cubrir su palo izquierdo y las miradas de unos miles de hinchas que desde ese momento creerán que nada es imposible. Despierta de su hechizo, la pelota, al golpearse contra la red, y se desata una divina locura en el estadio San Paolo, con abrazos y gritos desenfrenados en las tribunas y sobre el campo de juego. Nápoli ganará 1 a 0. Vencerá a la Juventus otra vez, por la liga, después de 12 años. Maradona lo hizo.

«Fue verdaderamente extraordinario», recordó hace unos años su asistidor de aquella tarde en Nápoles, finalmente doblegado por la arrolladora voluntad maradoniana. Ciro Ferrara, otro de sus compañeros «azzurri» de aquella jornada gloriosa, repasó en su trayectoria y dimensionó la hazaña del héroe de Villa Fiorito. «Fue algo que no he vuelto a ver en tantos años de fútbol», explicó.

Durante su tiempo en Nápoli, entre 1984 y 1991, Maradona enfrentó a la Juventus en 15 ocasiones. Aquella del gol imposible fue la primera de las ocho victorias que cerrarían su historial favorable ante «La Vecchia Signora», que se completó con cuatro derrotas, tres empates y cinco goles. Vendrían otros triunfos memorables sobre el gigante de Turín (uno con dos goles suyos, el recordado 3-0 que remontó la serie de cuartos de final de aquella Copa UEFA que terminarían ganando) y un récord que se llevó al más allá quien el jueves pasado hubiera cumplido 65 años: nunca perdió ante la Juventus en el San Paolo. De hecho, en la única derrota como local durante sus siete años como parte del equipo, Maradona ni siquiera pudo jugar: una lesión muscular lo privó de torcer la historia aquel primero de abril de 1989 cuando Nápoli cayó por 4-2. La rivalidad (incluso «paternidad futbolera» en este caso, como se dice en la jerga) no quita el respeto ni la admiración: el día que Diego murió, las redes oficiales de la Juve lo despidieron con un video de aquel gol imposible que les convirtió y que este lunes increíblemente cumple cuatro décadas.

El poderoso equipo del norte italiano no pudo aquel 3 de noviembre de 1985 en el San Paolo. Incluso perdió su racha de ocho victorias al hilo en el comienzo liguero. Y si bien se consagraría ese año en la Serie A, empezaba a sentir la sombra del mejor tiempo maradoniano, que guió con fútbol e hidalguía al Nápoli para conquistar el primer Scudetto de su historia en la temporada siguiente (también lo ganaría en la 89/90), la Copa (1986/87) y Supercopa de Italia (1990/91) y la Copa UEFA (1988/89).

La épica de Maradona enlazó tantas vidas que su propia historia se ha vuelto un relato coral infinito. Es entre todes que llegamos a comprenderlo, explicarlo y descifrar lo más posible de su aura mágica, tan humana y a la vez sobrenatural. Quizá por eso me conmovió tanto una reflexión que nunca había leído ni oído sobre él. Estaba en un comentario de uno de los tantos videos de aquel gol imposible que este lunes cumple cuarenta años. Allí, un tal Marianito resaltaba su singularidad y su maravilla como jugador argumentando que «Maradona contestó todas las preguntas que el fútbol le hizo». Pasaron cuarenta años, pero aquel gol imposible sigue siendo una de sus mejores respuestas.





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