Desde Ciudad de México
Claudia Sheinbaum Pardo, abanderada del partido del presidente Andrés Manuel López Obrador en las elecciones federales, es una figura pública con una amplia y reconocida experiencia en el campo académico y político. Su llegada a la presidencia no es sorprendente, ni se funda tan sólo en la lealtad a su predecesor ni en las garantías de continuidad que ofreció a su electorado.
Chilanga de origen (como se conoce a los oriundos de la ciudad capital), Sheinbaum nació en 1962, en el seno de una familia cosmopolita de clases medias, de ascendencia judía por parte de sus dos progenitores. Su madre es Annie Pardo Cemo, una bióloga molecular de origen búlgaro y sefardí. Su padre, ya fallecido, fue Carlos Sheinbaum Yoselevitz, un ingeniero químico lituano y asquenazí.
La influencia de sus padres sobre la joven Sheinbaum fue doble y decisiva: ambos le inculcaron no sólo el amor por la ciencia sino también la pasión por la actividad política, que ejercieron en diferentes círculos de la izquierda mexicana, muy activa en el medio obrero y estudiantil, sobre todo en una década tan convulsionada como la de los años 60. No casualmente Sheinbaum suele referirse a sí misma como una hija dilecta del “68 mexicano”, un movimiento que luchó arduamente por la democratización del país y que enfrentó a los gobiernos del hegemónico Partido Revolucionario Institucional, que en respuesta perpetró el 2 de octubre de 1968 la tristemente célebre Masacre de Tlatelolco.
Como era de esperarse en una familia que se codeaba ya con las élites intelectuales del país, Sheinbaum ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de México, una de las universidades públicas más prestigiosas del país y la región. Se licenció en Física en 1989, y obtuvo una Maestría en Ingeniería Energética en 1994. Un año año después fue la primera mujer en ingresar al Doctorado en Ingeniería en Energía, del que también se graduó. Desde entonces desarrolló una prolífica carrera académica como docente e investigadora que se prolongó casi sin interrupciones hasta comienzos de siglo. Ya desde aquellos años, Sheinbaum se especializó en energía y cambio climático, por cuyo trabajo fue convocada al célebre Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, colectivo que fue laureado con el Premio Nobel de la Paz en 2007.
Pero su desembarco en la política mexicana no es reciente. Fue en el año 2000 cuando López Obrador, por ese entones flamante Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, propuso a Sheinbaum, en ese entonces un cuadro técnico, ocupar la Secretaría de Medio Ambiente de la capital. La científica y ecologista pudo aplicar entonces parte de su experiencia en materia de energía y mitigación de emisiones contaminantes. Desde allí su protagonismo en la política mexicana no haría más que incrementarse.
En 2006 fue nombrada vocera de la campaña de AMLO para las elecciones federales, que terminarían con un resonante fraude del Partido Acción Nacional y con la resistida victoria de Felipe Calderón. En 2011 Sheinbaum integraría el núcleo fundador del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), llamado a suceder el PRD, un partido centroizquierdista plegado por ese entonces a posiciones cada vez más neoliberales.
En 2015 ganó las elecciones de la Alcaldía de Tlalpan, una de las demarcaciones de la capital, desempeñando su primer cargo por elección popular, que debió abandonar en 2017 para competir por la jefatura de la ciudad. Al frente de la coalición Sigamos Haciendo Historia se convirtió en 2018 en la primera mujer en resultar electa para conducir la Ciudad de México. Allí, afrontó una gestión de la pandemia que fue muy bien ponderada a nivel internacional, e impulsó la creación de nuevas universidades públicas, mientras que fortaleció las políticas de movilidad heredadas. Sin embargo, en 2021 debió enfrentar el trágico colapso de la línea 12 del metro, que ocasionó 26 víctimas fatales, 5 desaparecidos y 80 heridos. Pese a que Sheinbaum fue eximida de toda responsabilidad penal, el hecho fue ampliamente utilizado por la derecha para desprestigiar su imagen.
Como es de rigor en México, la jefatura de la ciudad fue un trampolín inevitable para aspirar a presidir las 32 entidades federales de los Estados Unidos Mexicanos. Desde un comienzo resultó obvio que Sheinbaum era la favorita de AMLO para sucederle al frente del Estado. Sin embargo, la científica no fue elegida de forma discrecional ni por mero favoritismo. MORENA implementó un novedoso sistema de encuestas privadas –no exento de polémicas– para dirimir las candidaturas del socio mayoritario de la coalición gobernante.
En esa interna Sheinbaum se enfrentó y venció por amplio margen a sus cinco contendientes varones. Esto le valió ser nombrada Coordinadora de Defensa de los Comités de la Cuarta Transformación, una manera informal de designarla sucesora y precandidata. Desde su nombramiento en septiembre de 2023 y sobre todo luego de la oficialización de su candidatura en febrero de este año, Sheinbaum encabezó una campaña extenuante, con la promesa explícita de edificar “el segundo piso de la Cuarta Transformación”.
Su perfil de dirigenta disciplinada, analítica y rigurosa, contrasta notablemente con el estilo descontracturado, “campechano” y carismático de López Obrador. Incluso hay quiénes ven en ella un perfil más moderado, pero también más seductor para las clases medias, y deducen a partir de allí un eventual corrimiento al centro en su próxima gestión.
Lo único seguro es que Sheinbaum enfrentará una serie de desafíos: convertirse en la primera mujer en presidir la república en un país con un machismo muy arraigado, sostener –e incluso profundizar– algunas de las transformaciones del último sexenio, atender pendientes urgentes en materia de violencia e inseguridad, y recibir el mando de uno de los líderes más carismáticos del México contemporáneo, reafirmando la autoridad de su propia investidura e imprimiendo su propio sello al próximo período.
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