Javier Milei calificó como “guerra” el genocidio ocurrido en el país a partir del régimen dictatorial comenzado en 1976 y que las conductas criminales que se les atribuyen a los represores, fueron en realidad “excesos”.
Esas inaceptables afirmaciones del candidato y diputado en ejercicio, en el bloque dedicado a Derechos Humanos del debate presidencial, obligan a algunas reflexiones.
La desaparición forzada de personas fue una metodología ideada por Adolfo Hitler y concretada a partir del 7 de diciembre de 1941 a través del Decreto conocido como “Noche y Niebla” (Nacht und Nebel). Al finalizar la Segunda Guerra mundial se celebraron los conocidos juicios de Nuremberg en los que se sentó a algunos de los principales responsables del genocidio. Entre otros, fue juzgado el Mariscal Wilheim Keitel, autor del citado Decreto que diera origen a una práctica que se reiteraría a lo largo de las décadas siguientes en distintos países del mundo. Según la descripción de la norma del Führer, se trataba de «Directivas para la persecución de las infracciones cometidas contra el Reich o las Fuerzas de Ocupación en los Territorios Ocupados». Consistía en que las personas que eran detenidas por aplicación de este decreto, eran deportadas de manera oculta a campos de concentración y exterminio. No se dejaba constancia ni registro alguno de los hechos ni de la identidad de las víctimas. De ese modo, cientos de miles de hombres, mujeres y niños fueron exterminados con la particularidad de que no se dio a familiares, amigos o comunidad en general, información alguna de lo sucedido con ellos.
Al momento de su juzgamiento, Keitel afirmó que según Hitler, esa metodología «permite la desaparición de los acusados sin dejar rastro. Ninguna información puede ser difundida acerca de su paradero o destino. Una intimidación efectiva y duradera sólo se logra por penas de muerte o por medidas que mantengan a los familiares y a la población en la incertidumbre sobre la suerte del reo. Por la misma razón, la entrega del cuerpo para su entierro en su lugar de origen no es aconsejable». Y agregaba: «A través de la diseminación de tal terror toda disposición de resistencia entre el pueblo será eliminada».
En 1940 Keitel fue designado por Hitler como Mariscal de Campo. Esto lo ubicaba en el segundo oficial con más poder en las fuerzas armadas alemanas después de Hitler. La curiosidad de ese nombramiento fue que sorprendió a todos, incluso al propio Keitel. Sus camaradas lo consideraban un “adulador” y un “estúpido” (sic). La explicación histórica del porqué alguien con capacidades intelectuales tan limitadas y con carácter “muy nervioso” llegara a esa posición de poder fue que, como dijo el propio Hitler, Keitel era “Tan leal como un perro” (sic).
Keitel fue ejecutado en la horca el 16 de octubre de 1946.
Hace pocos días, en el primer debate presidencial previo a las elecciones 2023, una de las notas más trágicas e impactantes la dio Javier Milei. Con rostro adusto y simulando integralidad emocional, luego de negar enfáticamente las acusaciones que se le hacen a su espacio de ser fascistas y nazis, afirmó que “la verdad es que no fueron 30.000 los desaparecidos” (sic) y agregó sobre la dictadura de los 70 que “hubo una guerra” (sic).
A la fecha de esas palabras, hace muchas décadas, en Nuremberg en 1946 ya habían sido condenados a la horca y a duras penas de cárcel numerosos jerarcas del régimen nazi alemán. Entre ellos, como se dijo, Wilheim Keitel quien junto a Hitler diera origen a la práctica de la desaparición forzada de personas.
A su vez, en nuestro país, el 9 de diciembre de 1985 en la causa en la que se condenó a los ex integrantes de las Juntas Militares se descartó de plano que haya habido una guerra durante la dictadura. Se dijo textualmente : «El sistema puesto en práctica -secuestro, interrogatorio bajo tormentos, clandestinidad e ilegitimidad de la privación de libertad y, en muchos casos eliminación de las víctimas-, fue sustancialmente idéntico en todo el territorio de la Nación y prolongado en el tiempo» . Se aclaró asimismo que ese «sistema» se dispuso en forma generalizada a partir del 24 de marzo de 1976 (cap. XX causa 13/84). Ese fallo -hoy en autoridad de verdad jurídica (cosa juzgada)- marcó el comienzo de un reconocimiento formal, profundo y oficial del plan de exterminio llevado adelante por quienes manejaban en esa época el país.
Igualmente, en 1995 se promulgó en Argentina la ley 24.556 por la que se aprobó la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas de la Organización de los Estados Americanos. Allí, en su Artículo 2 se señala que “A los efectos de la presente Convención, se entenderá́ por ‘desaparición forzada’ el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley”.
En el año 2006 y a raíz de la declaración de inconstitucionalidad de las leyes de obediencia debida y punto final, se llevó a cabo en La Plata el primer juicio de ese período por hechos cometidos durante la dictadura. Allí se condenó a reclusión perpetua a Miguel Osvaldo Etchecolatz, descartando el argumento defensivo de que hubiera habido una “guerra” y definiendo lo sucedido como un “genocidio”.
Ese fallo fue confirmado en 2007 por la Cámara de Casación y el 17 de febrero de 2009 por la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Es decir, se encuentra firme y en autoridad de cosa juzgada.
Sin embargo, en 2023, Javier Milei, diputado nacional y candidato presidencial, sostiene como verdadero algo que inequívocamente es falso. Reproduciendo los argumentos de los genocidas Massera y Videla, en cuanto a que hubo una guerra y que los represores sólo cometieron “excesos” (sic), niega además la cifra de detenidos desaparecidos. Afirma enérgicamente que “no fueron 30.000”.
La postura del diputado, acompañada públicamente por su candidata a vicepresidenta, la cual se vinculara al propio Videla y a otros represores, y cuyo contacto figurara de puño y letra en el cuaderno de Miguel Etchecolatz, es muy grave. No se trata sólo de una argumentación negacionista, lo cual provoca la más alta repulsión, sino de una reivindicatoria que es peor aún. En su enérgica intervención, como se señaló, Milei afirmó que las acusaciones que se le hacen de nazi y de fascista son falsas. El argumento central de su negativa fue la señalada existencia de una guerra en la que se cometieron excesos.
Demostrado lo contrario, hace ya largos años, en las más altas instancias judiciales del país, lo que sostiene Javier Milei surge como una patética mentira. Ello obliga a prestar seria atención al fenómeno discursivo de las derechas en la región. Especialmente de aquellos sectores más extremos que auguran una larga y nublada noche para la Argentina.
Desactivar los discursos políticos violentos e ilegales, nos permitirá disipar esa niebla y llegar a las cercanas elecciones con la energía maravillosa con la que pudimos transitar los sostenidos 40 años de democracia.
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